II. DOMICIANO

 

 
 
Al subir al trono Titus Flavius Domicianus (51-96) volvieron a estallar las persecuciones contra los cristianos.

Dos fuentes contemporáneas cristianas contienen notables alusiones indirectas sobre ello: La carta de Cle­mente Romano y el Apocalipsis de San Juan. Las alusiones son importantes, porque dejan concluir los fundamentos jurídicos de la persecución. En la carta a la iglesia de Pérgamo dice:
[Yo se donde habitas, donde está el trono de Satanás. Tú lo apoyas fuertemente en mi nombre y no has negado mi fe en los días de Antipas, mi acreditado testigo, que fue ma­tado entre vosotros, donde Satanás tiene su morada.]

Las expresiones metafóricas son comprensibles si se tiene en cuenta que Pérgamo era la capital del culto al emperador en Asia Menor y que allí fue erigido el primer templo de Roma Augusta, y como Suetonio hace resaltar que este emperador permitió ser venerado como divinidad durante su vida, se puede concluir que los cristianos fueron condenados por la lex iulia maiestatis, es decir, por negarse a ejercitar el culto al emperador.

Hacia el año 95 nos cuenta Dión Casio que Domiciano dio permiso para ejecutar junto a muchos otros al cónsul Flavio Clemente, aunque era su primo y tenía como esposa a Flavia Domitila, quien pertenecía a su misma familia. Ambos fueron acusados de ateísmo.
Éste relato demuestra que si ya en tiempos del apóstol San Pablo el cristianismo había penetrado en el palacio del emperador, a finales del siglo I tenía ya algunos partidarios en la familia imperial.

Este ateísmo no era otra cosa que la profesión cristiana, pues así se denominaba la primera de las acusaciones que contra los cristianos se lanzaban. En efecto, para los contemporáneos paganos los cristianos debieron aparecer como negadores de la divinidad, porque se negaban a aceptar los dioses del imperio romano.


Dión Casio también nos relata que Acilio Glabrión que había sido cónsul el año 91 también fue ejecutado por ateísmo. Su pertenencia al cristianismo, que ya se podía concluir por el motivo de su sentencia, fue confirmada gracias al descubrimiento de su tumba en las catacumbas de Santa Priscila. Suetonio hace mención de la ejecución de Flavio Clemente y Acilio Glabrión, pero sin hacer constar claramente su pertenencia al cristianismo.

Eusebio de Cesarea hace referencia a un tercer historiador pa­gano de nombre Bruttius, el cual quizá es anterior a Suetonio, al indicar que muchos cristianos padecieron el martirio bajo el im­perio de Domiciano, y que Flavia Domitila, una sobrina de Flavio Clemente, fue desterrada a la isla Pontia (hoy Ponza) a causa de su pertenencia al cristianismo.

Por parte pa­gana se nombran dos nobles romanas de idéntico nombre, una mas antigua por Dión Casio, como esposa, y otra mas joven por Bruttius, como sobrina de Flavio Clemente. No se está de acuerdo si este número doble es exacto o erróneo, como se cree por la mayoría de los autores hoy en día. El recuerdo de Domitila (la más joven) se ha conservado mejor en la Iglesia romana. Unas de las más notables catacumbas romanas llevan su nombre. Estas catacumbas se extienden sobre un terreno en el cual se encontraban las tumbas de la familia de los Flavios, y sus pinturas más anti­guas se colocan en el siglo I. Según las actas posteriores de los mártires, los dos tesoreros de Domitila, Nereus y Achileus, fueron sepultados junto a ella en este lugar. De hecho las excavaciones nos han ofrecido trozos de la inscripción en que el Papa Dámaso los colocó, así como también un fragmento de una columna del altar del siglo IV-V, en que se ha conservado una parte del relieve que muestra un mártir decapitado con restos de la inscripción : Achileus.

Los más antiguos escritores cristianos guardan silencio sobre los mártires de Roma y hacen mención rara vez de la persecución de Domiciano, y la única noticia concreta procede de Hegesipo, de cuyas Memoriae Eusebio ha sacado los episodios de los llamados davides de su historia de la Iglesia. Sin embargo el obispo Melitón de Sardes nombra a Domiciano y Nerón en una apología dirigida a Marco Aurelio hacia el año 170 como los únicos emperadores que se habían esforzado por desacreditar la religión cristiana. 

Tertuliano llama a Domiciano "una parte de la crueldad de Nerón" y hace resaltar la brevedad de su persecución, Eusebio nos habla solo del exilio del apóstol Juan en la isla de Patmos, Lactancio narra brevemente que Domiciano, después de la larga represión de sus maldades, se dirigió contra el Señor y por eso recibió su merecido al ser asesinado en su palacio y borrado de la memoria de los hombres. Si vamos uniendo los retazos de unos y otros podemos componer la actitud de Domiciano con respecto a los cristianos pero muy brevemente. Domiciano, en efecto, fue asesinado el 18 de septiembre del ano 96, cuando contaba cuarenta y cinco años de edad, en una conspiración en la que tomó parte su propia esposa. Se sabe por Dión Casio que el emperador Nerva (96-98), su sucesor, per­donó a los exiliados y no permitió más las acusaciones por ateísmo. De todo lo que se sabe de Domiciano lo más claro es que nunca tendría que haberse apoyado en la lex iulia maiestatis si ya bajo Nerón hubiese sido promulgada una ley espe­cial del Imperio en contra de los cristianos.

Podemos citar algunas victimas de esta persecución como lo fueron, Acilio Glabrión, de familia consular, Flavio Clemente, primo hermano de Tito y de Domiciano y cónsul el año 95, Flavia Domitila, esposa de Flavio Clemente, que fue relegada a la isla de Mandataria, Flavia Domitila, la joven, sobrina de Flavio Clemente, desterrada a la isla de Poncia.

Parece dudosa, sin embargo, la existencia de dos Domitilas, y según Tertuliano, Juan Evangelista salió ileso de la prueba del aceite hirviendo en Roma.

 

"San Juan en el caldero de aceite"
Fragmento del retablo de los Santos Juanes, Estella (Navarra)




 


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