IV. M. AURELIO





Marco Aurelio “Marcus Aurelius Antoninus Augustus” (121 – 180) subió al trono tras la muerte de su padre adoptivo Antonio Pío. 
Marco Aurelio compartió imperio con su yerno Lucio Vero hasta la muerte de este último, como curiosidad cabe destacar que la construcción del Mausoleo Romano de Abla se realizó probablemente durante su reinado.

A Marco Aurelio le fue atribuido muy pronto un edicto benévolo para con los cristianos que habría promulgado después del llamado prodigio de la lluvia.
Dicho prodigio ocurrió en la guerra contra los cuados, en el año 174, Llorca describe;
[El ejército entero estaba a punto de perecer de sed, y por la oración de los cristianos cayó una lluvia milagrosa.]

Sin embargo, su falsedad es reconocida por todos y hay dos hechos que deshacen esta tradición. 

En ella se dice que la duodécima legión recibió el nombre de Fulminata por efecto del prodigio, cuando consta que ya antes se denominaba así. Además, entre los paganos existía otra tradición, por la cual se atribuía a Júpiter aquel prodigio, y el mismo Marco Aurelio en sus Soliloquios atribuye este hecho a su propia oración.

Por el contrario, es auténtico su rescripto del año 176-177, que infligía severos castigos contra los propagadores de nuevas sectas y cultos desconocidos como la deportación para los pertenecientes a las clases altas y la decapitación para los plebeyos. No se nombra al cristianismo y la argumentación estoica de que él quería con ello ir en contra de la excitación popular ocasionada por estas sectas o religiones, es admitida generalmente. Por tanto, seguro que no fue dirigido sólo contra el cristianismo.

De esta etapa destacan los siguientes mártires, San Justino, el filósofo, hombre eminente entre los apologetas, cuyo martirio se debió a una acusación formal hecha en Roma por su mayor adversario, el filósofo cínico Crescente. Lo único que se le preguntó a él y a sus compañeros fue si eran cristianos. La contestación afirmativa fue su propia sentencia de muerte. Su martirio se coloca en Roma hacia el año 165, también destaca el grupo de mártires Karpus, Papylus y Agathonike, de Pérgamo.

Especial importancia tiene en este reinado el grupo de los mártires de Lyón y Viena de Francia, del año 177-178. Sobre su martirio nos informa ampliamente la carta dirigida por las comunidades de Lyón y Viena a las del Asia Menor y Frigia. La persecución comenzó con un asalto popular contra los cristianos en Lyón. Durante la ausencia del gobernador, los jefes de la ciudad arrestaron a algunos cristianos. Cuando regresó el gobernador, comenzó el interrogatorio, del cual se le notificó que un respetable miembro de la comunidad de nombre Vittius Epagattius, se esforzaba en probar que entre los cristianos no se daba nada que fuese ateísmo o criminalidad. Pero el gobernador se dirigió a Marco Aurelio en demanda de instrucciones, y éste le contestó:
[Los que persistan en sus creencias, sean castigados; los que renieguen de ellas, que sean puestos en libertad.]


Esto trajo como consecuencia que diez cristianos abjurasen de la fe. Pero otros muchos murieron por mantenerse firmes en la fe, como el obispo Potino, los diáconos Sanctus y Attalus, la esclava Blandina, el niño Pontico, de 15 años, y otros 45 cristianos más. En Roma no hubo muchos mártires, sino más bien confesores porque los cristianos fueron condenados a trabajos forzados en las minas de plomo de Cerdeña. También es célebre el martirio de Santa Cecilia, aunque algunos historiadores retrasan su martirio hasta el reinado de Alejandro Severo (222-235). Por otra parte Eusebio habla de tres obispos mártires en Oriente.

Al morir Marco Aurelio ascendió al trono su hijo Cómodo y opuestamente a sus antecesores, el hijo degenerado de Marco Aurelio tomó posiciones públicas en la cuestión de los cristianos.
 
 
 
 
 
 
 


 

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