VI. MAXIMINO



El oficial de la guardia Maximino, [ Gaius Julius Verus Maximinus (173 – 238) ] un  hijo de labriegos de Tracia, a quien nombró pronto como emperador el ejército, vino a ser el portador de una reacción política, en la cual fueron incluidos también los cristianos. Llevado del rumor por el hecho de que la corte de Alejandro Severo, su antecesor, constaba en su mayor parte de cristianos, ordenó una persecución y mandó, según noticias de Eusebio, quitar de en medio a los dirigentes de la Iglesia, como responsables de la predicación de la doctrina evangélica. Su carácter de persecución de la Iglesia es declarado claramente con esto, pero parece que no fue llevada a cabo de una manera enérgica, pues las consecuencias de la orden del emperador se dejaron percibir sólo en Roma.

En el edicto que publicó contra los cristianos ordenaba que sólo se castigara a los dirigentes. La persecución iba contra las cabezas y las gentes más influyentes. Sin embargo, no parece que se ejecutaran con rigor estas medidas.

Este emperador no parece que tuviera él personalmente, ni odio ni afecto a los cristianos, pero desde un principio los hizo perseguir, simplemente porque habían sido favorecidos por Alejandro Severo y porque había algunos en la corte.

En Roma fueron infligidos los castigos capitales de la deportación a Cerdeña, tanto sobre el legítimo Papa Ponciano (230-235), como sobre el docto teólogo Hipólito, el primer antipapa.

Los dos murieron en el destierro; sus cadáveres fueron llevados más tarde a Roma, donde fueron colocados uno en las catacumbas de San Calixto y otro en la vía Tiburtina. An­tero, que sustituyó a Ponciano, murió poco tiempo después (236), pero no fue designado como mártir ya que murió en la carcel. Sobre la persecución fuera de Roma se conocen muy pocas cosas. Los dos hombres de los que hace mención Orígenes por esta época, en su valioso libro titu­lado “Exhortación al martirio”, eran miembros del clero de Alejandría, el uno como diácono, el otro como presbítero; pero ellos escaparon del martirio, como el propio Orígenes.

La persecución en Capadocia, de la que se tienen noticias por Orígenes y Firmi­liano, obispo de Cesarea, capital de la provincia, fue ocasionada no por un edicto del emperador, sino a causa de un terremoto, que fue imputado a los cristianos por el pueblo pagano. En gene­ral, no se conocen actas de martirios con fecha de la época de Maximino.

Esta falta de noticias se explica, al menos en parte, por la brevedad del gobierno de Maximino. El atrajo sobre sí, debido a su crueldad, el desagrado general, de tal modo que el Senado romano nombró un segundo emperador en la persona del general Papiano, dándole el nombre de Máximo (238). Cuando el mismo Maximino se dirigía en una campaña bélica en contra de él, fue asesinado por sus propios soldados.





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